domingo, 25 de noviembre de 2018

El pino Canario



El pino canario (Pinus canariensis) es el árbol más abundante de nuestro archipiélago. Más de la mitad de todos los árboles que actualmente crecen en las islas, tanto nativos como introducidos, pertenecen a esta especie endémica de Canarias. Hay grandes bosques de pino canario en las cumbres de Tenerife, La Palma, El Hierro y Gran Canaria. En La Gomera su presencia es puntual, y los ejemplares que crecen en Lanzarote y Fuerteventura son todos cultivados. Los pinares, incluyendo los de repoblación, cubren actualmente unas 70.000 hectáreas, casi el 60 % de toda la superficie forestal de Canarias (120.000 hectáreas).


Es una especie de origen muy antiguo, de la que se han encontrado fósiles en yacimientos del Terciario de la cuenca mediterránea. desde España hasta Turquía. Probablemente fue una de las primeras plantas que colonizaron el archipiélago canario. Sus ancestros continentales se extinguieron a finales del Mioceno, hace más de cinco millones de años, debido a los drásticos cambios climáticos acaecidos en ese período geológico. 
En Canarias, sin embargo, logró sobrevivir hasta la actualidad, gracias a la variada topografía y a la estabilidad climática de nuestras islas. Después de millones de años de aislamiento, el pino canario ha vuelto a ampliar sus horizontes. Hoy en día se cultiva como especie ornamental en muchos países de todo el mundo. En algunos se emplea en repoblaciones forestales y para la producción de madera, sobre todo en Italia, Marruecos, Israel, Sudáfrica, Australia y Estados Unidos. 
Hace más de medio siglo se introdujo en Sudáfrica y Australia con tanto éxito que al cabo de unos años ya se había asilvestrado. Actualmente está en plena expansión natural por algunas regiones semiáridas de esos países del hemisferio Sur, seguramente porque allí ha encontrado las condiciones ideales para su desarrollo. 
Como prevención, las autoridades forestales sudafricanas y australianas lo han incluido en sus respectivos catálogos de plantas invasoras y agresivas, a las que es necesario controlar. En Hawai también se ha asilvestrado, pero todavía no constituye una amenaza para la flora nativa de ese archipiélago volcánico aunque ya aparece en la lista oficial de especies consideradas potencialmente peligrosas por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. 


Como la mayoría de las coníferas, el pino canario posee un extraordinario sistema radicular, con una raíz principal pivotante muy robusta y otras secundarias que se extienden vigorosamente en diferentes direcciones en busca de agua y nutrientes. Ellas lo sujetan con firmeza al sustrato y permiten su desarrollo en todo tipo de suelos, incluyendo los malpaíses de origen volcánico reciente. 

Los pinos jóvenes crecen con rapidez, y en pocas décadas alcanzan 10 o más metros de altura, adquiriendo un porte piramidal. A medida que pasan los años, la corteza del tronco se hace más gruesa, superponiéndose una capa tras otra, a la vez que se cuartea en placas regulares de tonalidades grisáceas y rojizas. Gracias a esa corteza laminada, de hasta 8 cm de grosor, los pinos adultos son capaces de resistir incendios forestales moderados, volviendo a rebrotar incluso cuando han perdido todas sus hojas y ramas. 

Sus hojas o acículas son finas y largas, de hasta 30 cm, y están unidas de tres en tres por la base, formando grandes manojos en el extremo de las ramas más jóvenes. Es un árbol monoico, con las flores masculinas y las femeninas situadas en el mismo ejemplar. En primavera, las flores masculinas expulsan a la atmósfera grandes cantidades de un polvo amarillo, el polen, al que son alérgicas muchas personas. Las inflorescencias femeninas son piñas de color verde cuando jóvenes, tornándose marrones con el paso del tiempo. Una vez fecundadas por el polen, tardan unos dos años en madurar. Cuando se completa su desarrollo, las piñas se abren y dejan libres los piñones (semillas), cada uno de los cuales está provisto de un apéndice alar que le sirve para ser transportado a grandes distancias por el viento. 

Los pinos adultos pueden alcanzar los 30 m de altura, aunque algunos superan los 50 m. Los ejemplares viejos, muchos de ellos varias veces centenarios, presentan formas caprichosas, cada uno según su propia historia. Su copa suele ser aparasolada, ya que el tronco apenas crece en altura cuando sobrepasa el centenar de años, pero no así las ramas, que siguen creciendo por los lados. 

La madera del pino canario muestra un marcado contraste entre la albura, o parte exterior, y el duramen, o parte interior. La primera es blanda y de color blanco-amarillento; la interior, llamada tea, es muy resinosa y de color rojo acaramelado. La tea es prácticamente incorruptible, y siempre ha sido muy apreciada en construcción, tanto de interiores (vigas, techumbre, escaleras, suelos) como de exteriores (canales de agua, balcones, contraventanas, terrazas). Los pinos de las zonas altas, secas y frías, presentan mayor volumen de tea que los de las zonas inferiores, más cálidas y húmedas. Antaño las cumbres isleñas estaban pobladas por pinos gigantescos, pero casi todos fueron talados a raíz de la conquista, precisamente por las magníficas cualidades de la tea. Es fama que con la madera de un solo pino se cubrió la primitiva iglesia de Los Remedios, la actual catedral de La Laguna, de 20 m de largo por 12 m de ancho, y con la de otro se fabricó toda la celda provincial del convento de San Francisco, en La Orotava.

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